Debemos obedecer a Francisco. En especial en lo que se refiere a la Misa tradicional

 Les ofrezco una traducción de una curiosa columna publicada bajo el seudónimo de Padre Franz Paprovich. Espero que más obispos, sacerdotes y laicos se examinen a la luz de este llamado a seguir más profunda y radicalmente el espíritu que el Supremo Pontífice ha querido traer a la Iglesia.



Artículo original acá: https://gloria.tv/post/ymt7pjsYTFHY2fjZp9tKNTXHX

Ahora todo el mundo ya lo sabe. La Misa tradicional está prácticamente abolida. Yo, por supuesto, obedeceré al papa y haré míos sus mandatos. Él es un modelo a seguir para mí, sobre todo en la liturgia, y por tanto actuaré completamente según su espíritu. 

El papa nos ha dicho muchas veces que deberíamos librarnos de la rigidez de la ley y de idealismos que no hacen bien. No somos esclavos de la letra, sino que gozamos de la libertad cristiana. 

Por lo tanto, yo tampoco seré rígido y legalista, así que continuaré celebrando la Misa tradicional como antes. Cuando alguien es "rígido" y "legalista" dice el papa, es porque hay algo malo en él, siempre. Eso no puede pasarme.

Durante mis estudios, que fueron en el tiempo del papa Benedicto XVI, aprendí a interpretar los mandatos romanos de una manera abierta y dinámica ¡tenemos permiso de ser generosos! Es una señal de madurez ir más allá de prohibiciones y regulaciones ¡sólo de esta manera la Iglesia puede avanzar! Estoy muy agradecido por esta valiosa forma de ver las cosas que he recibido de mis profesores. Con gusto las tomaré en serio. 

Si un colega sacerdote viene a mí y me pide celebrar una Misa tradicional en mi iglesia, yo lo recibiré con los brazos abiertos como un padre. Sonreiré y le diré: "¿Quién soy yo para juzgar? Ven, y haz como desees".

El papa Francisco quiere que seamos abiertos de mente. Yo doy a la feligresía la libertad de recibir la " doctrina antigua" si así lo desean, y no me las doy de superior forzándoles las innovaciones del anticuado Concilio Vaticano II como algunos severos y rígidos nostálgicos de corazón duro harían. 

El obispo de Roma está en lo correcto cuando dice: "la rigidez es una expresión de maldad, hipocresía, una doble vida o la señal de una enfermedad que crea sufrimiento. Dios, por el contrario, da verdadera libertad a sus hijos" ¡Así es exactamente! Estoy agradecido por estas sabias palabras y, por tanto, continuaré promoviendo con toda libertad la Misa antigua, y enseñando la doctrina antigua a aquellos que la pidan.

En seguimiento de los deseos del papa, iré especialmente a aquellos que son perseguidos (por los obispos), que han sido empujados hacia las periferias (de la Iglesia), que son tratados injustamente (por el clero), ridiculizados, tomados en broma, oprimidos. Iré a los parias y aquellos que son despreciados en esta Iglesia, aquellos que han escogido mantenerse alejados del Vaticano II. Acogeré a los "viejos creyentes", aquellos que ya no pueden encontrar un sacerdote que les muestre los tesoros del esplendor eclesiástico y litúrgico. Quiero liberarlos del peso de la arbitrariedad clerical. De acuerdo con Francisco ¡no debemos tener miedo de ensuciarnos las manos con ellos! Ellos son los privilegiados hijos de Dios.

Yo, por tanto, aceptaré gustosamente el olor (a incienso) de estas pequeñas ovejas, y recordaré siempre la advertencia del Santo Padre, quien amorosamente nos enseña a no apagar al Espíritu Santo, al que encontramos precisamente en el llamado de los pequeñuelos y de los desposeídos, el cual guía a la Iglesia hacia nuevos caminos. Yo mismo atenderé a este llamado.

Quiero poner en práctica las palabras de Francisco cuando nos dice que debemos rebelarnos y cambiar la Iglesia, y no repetiré simplemente todo lo que los superiores eclesiásticos dicen. Porque eso no sería lo que el papa quiere ¡el papa espera resistencia! ¡el papa quiere libertad! El peso muerto debe ser tirado por la borda aunque duela, dice el papa.

Por muy difícil que sea para mí, debo admitirlo: el papa tiene razón. Quisiera responder a su llamado, el que no debería permanecer un montón de bellas palabras vacías, sino traducirse en obras concretas, como él nos urge.

He hecho el "discernimiento" que el papa recomienda tan a menudo, y separé los pesos inútiles que llevamos con nosotros de aquello que nos ayuda a avanzar y nos hace bien. Me alejo de una cosa y conservo la otra, de manera que pueda crecer y dar fruto, y ya no ser más rígido.

Tomando al papa Francisco como un ejemplo, y siguiendo sus consejos, en el futuro, cuando la Misa romana sea prohibida o limitada por leyes duras y severas, nunca pecaré de clericalista, nunca diré un "no" inmisericorde a quien me pide los sacramentos y sacramentales en el Rito romano. Porque la Iglesia de Cristo es una Iglesia de un "sí" libertador y no de un "no" restrictivo, el cual es tan propio de fariseos e hipócritas.

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